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¿Por qué no se promueve la alimentación saludable como medida para reducir la mortalidad?

Un informe reciente de la American Heart Association estima que reducir la ingesta de sodio en un 30 % puede prevenir 1700 muertes prematuras al año y 7000 casos de enfermedades cardíacas, cáncer de estómago y enfermedades renales cada año. Sin embargo, todo esto se lograría si las personas de todo el mundo siguieran las recomendaciones de sal de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En Australia, se realizó un estudio similar que resultó en beneficios aún mayores. Si el consumo de sodio se redujera en un 30 %, se podrían evitar más de 1700 muertes al año y 7000 casos de diabetes durante varias décadas. Ambos informes fueron publicados en las principales revistas.

Muchos cambios en la salud pública se pueden ver a través de campañas de concientización, mejoras de vehículos y carreteras, carreteras mejoradas y cinturones de seguridad. Esto llevó a una caída del 80% en las muertes en las carreteras españolas durante 30 años. Como se ha demostrado a través de muchos estudios, mejorar la dieta puede mejorar la salud mental y física al mismo tiempo que reduce los riesgos de enfermedades cardíacas, obesidad, derrames cerebrales, diabetes y cáncer. Si está tan claro que una dieta deficiente causa daño como que comer bien puede beneficiar la salud, ¿se podrían cambiar las pautas dietéticas para impulsar a las personas a comer mejor?

Manuel Franco, epidemiólogo de la Universidad de Alcalá y profesor de la Universidad Johns Hopkins (EE.UU.) explica que estos cambios específicos en la salud de la población deben ser de toda la población. Afirma que las personas necesitan más tiempo para cocinar o elegir alimentos saludables debido a sus limitados recursos económicos. Como resultado, él cree que los cambios en esta área deben basarse en la población. El resultado sería que las personas no tendrían que decidir entre un alimento poco saludable y uno con menos sal o azúcar cada vez que comen.

Durante el Período Especial en Cuba, una intensa recesión económica provocada por el embargo estadounidense empujó a los cubanos a reducir su ingesta calórica. De aproximadamente 3000 calorías al día a alrededor de 2200, tenían que caminar o andar en bicicleta dondequiera que fueran. Esto se debió a la falta de combustible que resultó de la crisis económica. Además, Franco y sus colaboradores estudiaron el éxito de estas mediciones de población durante este tiempo. Al estudiar el estilo de vida de los isleños antes y después de su cambio de estilo de vida, Franco descubrió que la transición de un estilo de vida sedentario a uno activo conducía a una mejor salud. Los datos de 1980 a 2010 mostraron que la pérdida de peso en Cuba condujo a una disminución significativa en las tasas de mortalidad por diabetes, enfermedad coronaria y accidentes cerebrovasculares. Además, las personas que cambiaron su estilo de vida informaron mayores indicadores de salud positivos, como una disminución de los problemas respiratorios y una mejora en la salud general.

Ninguna sociedad apoyaría la creación de un experimento de salud forzada; incluso si prometiera mejorar la salud, pocos respaldarían tal proyecto. Además, muchos nutricionistas y otros expertos creen que el consumo de estos productos provoca graves problemas de salud. Debido a esto, muchos trabajos y negocios están atados a estos productos nocivos para la salud.

La mayor conciencia de la gente sobre la conexión entre la dieta y la salud ha llevado a que tomen algunas medidas para reducir el atractivo de los alimentos con sal, azúcar o grasa. La Asociación Española de Bebidas Refrescantes — ANFABRA — se ha comprometido a reducir el contenido de azúcar de sus productos un 53% entre 2020 y 2025. La OMS recomienda que las personas no consuman más de 2-5 gramos de sal por día. En la práctica, la mayoría de las personas consumen entre 2 y 5 gramos. Esto se debe a que el Gobierno fijó el año pasado un límite de 1,5 gramos de sal para el pan. La disminución estimada del consumo medio de pan español en un 20% como consecuencia de este cambio.

ESADE es un centro de políticas económicas que analiza medidas fiscales. Uno de sus estudios analizó cómo el aumento del impuesto al valor agregado sobre el azúcar y las bebidas azucaradas afectaba el comportamiento de los consumidores. Sus resultados mostraron que aumentar el impuesto del 10% al 21% no tuvo efecto en las familias de ingresos medios o altos. Sin embargo, la rebaja de impuestos afectó a los hogares de menores ingresos en unos 11 litros de bebidas azucaradas por persona al año. Además, se produjo una reducción del 13% en el consumo de bebidas azucaradas entre los hogares de 3.er y 4.º ingreso. Además, se produjo una reducción similar entre las personas que consumían tabaco con regularidad; Colombia lo demostró aumentando los impuestos sobre los productos de tabaco tres veces antes de descubrir que el 34 % de las personas dejaban de fumar.

Beatriz Blasco Marzal, directora general de Anfabra, cree que la autorregulación es más eficaz que aplicar soluciones parciales. Elogia los impuestos a los refrescos, que considera un paso positivo en la autorregulación. Blasco afirma que el 2,1% de la ingesta calórica diaria de los españoles proviene de los productos de su empresa; ella cree que esto se debe a tendencias poco saludables en la cultura española. También cree que el 60 % de su negocio proviene de bebidas sin azúcar añadida. Sus declaraciones también mencionan otros esfuerzos proactivos por parte de la industria para reconocer que sus productos no son completamente saludables. Ella afirma que las empresas no publicitarán ninguno de sus productos a niños menores de 13 años. Tampoco venderán refrescos en las escuelas primarias; en las escuelas secundarias solo se pueden vender bebidas bajas en calorías o sin calorías.

El catedrático de Bioética, Antropología de la Salud y Comunicación Humana Ramón Ortega ha estudiado otras técnicas que fomentan un estilo de vida saludable sin coartar la libertad de las personas utilizando términos como paternalismo libertario. La gente usa el paternalismo en su vida diaria. El cinturón de seguridad puede verse como un ejemplo positivo de paternalismo libertario. Estos cinturones son obligatorios pero también obligan a un individuo a usarlos para su propio beneficio. También evitan que las personas eviten sustancias específicas como la heroína, ya que es ilegal hacerlo. Ortega explica además que algunos otros ejemplos de esto serían las vacunas obligatorias, los cinturones de seguridad y los cinturones de seguridad que obligan a la cabeza del conductor a permanecer quieta.

En las cafeterías de Google, se encuentran disponibles bocadillos y bebidas azucarados escondidos cerca del dispensador de agua. Esto se hizo como un ejemplo a seguir para otras cafeterías. El impulso por nuestro bien proporcionado en los ejemplos que cita Ortega en su artículo reciente en The Conversation implica agregar carne y pescado a la ensalada como opciones predeterminadas en los comedores escolares. Esto es similar a lo que hizo He en Argentina al retirar los saleros de las mesas de los restaurantes y permitir que los clientes lo soliciten si así lo desean. Otro ejemplo que cita Ortega que impulsa por nuestro bien es la adición de papas fritas a la opción de comida predeterminada en las escuelas.

El investigador de la Universidad Nebrija reconoce que estas tácticas se emplean con fines cuestionables. Se consideran aceptables por el hecho de que no buscan la aceptación lógica de una decisión. El investigador entiende que esto pretende ser una alternativa a medidas de salud pública más restrictivas. Cuando se prioriza la salud de la comunidad sobre la autonomía de sus miembros, ciertos fabricantes de alimentos utilizan sesgos cognitivos para influir en el comportamiento del consumidor. Por ejemplo, los alimentos básicos como la carne y el pescado se suelen colocar en la parte trasera de una tienda de comestibles para animar a los consumidores a pasar antes que otros productos como las patatas fritas o los dulces poco saludables.

Con frecuencia, las personas apelan al derecho a elegir cuando se habla de eliminar los alimentos poco saludables del ojo público. Sin embargo, este derecho ya está limitado por factores como el libre albedrío de las empresas alimentarias y de los consumidores. Los alimentos que contienen grandes cantidades de sal, grasa y azúcar no existen naturalmente juntos en el mismo plato. Cuando esto sucede, es común ver que los cerebros reaccionan fuertemente a la combinación. Esto se debe a que grandes cantidades de estos grupos de alimentos producen fuertes efectos en el cerebro que provocan antojos. Es por eso que algunos investigadores como Ashley Gearhardt y Johannes Hebebrand de Alemania y Estados Unidos han estudiado las cualidades adictivas de ciertos alimentos.

Gearhardt cree que ciertos alimentos, como las papas fritas, las hamburguesas y la pizza, comparten características similares con las sustancias adictivas. A pesar de esto, muchos de nosotros todavía no podemos controlar la ingesta de estos alimentos porque entendemos que no son saludables. La industria alimentaria ha modificado los alimentos que se encuentran en la naturaleza para que se absorban más rápido y proporcionen una mayor sensación de placer. Esto es similar a cómo se siente la hoja de coca procesada. Hebebrand no considera que la adicción a la comida sea precisa. Ella cree que el consumo excesivo de productos poco saludables se debe a su presencia generalizada en los supermercados y otros lugares. Esto lleva a los consumidores a seguir buscando estos productos porque les resultan muy interesantes.

Manuel Franco cree que son necesarios cambios masivos en los sistemas económicos y sociales actuales para hacer realidad el flexitarianismo. La industria tabacalera puede usarse como un ejemplo de cuán poderosas pueden ser las industrias si manipulan datos científicos. Con esto en mente, Franco afirma que la mayoría de las personas no podrán realizar estos cambios de la noche a la mañana. En cambio, cree que es necesaria una dedicación a largo plazo a una dieta flexitariana. Algunas personas incluso pueden necesitar pasar 3 horas al día cocinando y comprando.

Aunque podemos vivir sin tabaco, la industria alimentaria es esencial en nuestras vidas. Sin embargo, es importante seguir impulsando cambios para mejorar la salud. El autor cuestiona la efectividad de medidas como la reducción de sal en los alimentos procesados ya que pueden dar la sensación de que son seguros de consumir, pero siguen siendo insanos. El autor cree que un paso importante para mejorar la salud a nivel social es enseñar a las personas a comprar y cocinar alimentos saludables, algo que nuestras madres sabían muy bien pero que ya nadie sabe.

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